Dayanna Aline Rodríguez Gottschalk, de 29 años, oriunda de Asunción, es hoy reconocida por su trabajo al frente de Nissi Pastelería, un emprendimiento que combina excelencia gastronómica y formación académica. Pero detrás del éxito hay una vivencia profundamente dolorosa. Su historia no busca compasión, sino justicia, conciencia y esperanza.
Desde los cinco años fue víctima de abuso sexual, primero por su padrastro, luego por un tío, y más tarde por un profesor. La infancia para Dayanna fue un infierno del que no podía escapar. El silencio y la soledad marcaron años de su vida, agravados por el descreimiento de su madre cuando finalmente decidió hablar. Solo su padre biológico le creyó, pero falleció cuando ella tenía 16 años. Desde entonces, enfrentó no solo el abandono, sino también el intento de su entorno de encubrir los abusos por temor al «qué dirán».
A los 18 años, gracias a una persona solidaria que la escuchó, pudo dejar ese entorno y comenzar una nueva vida. Con determinación, empezó a vender dulces para sostenerse, sin pedir nada a quienes la habían ignorado. Así nació su proyecto, que con los años se convirtió en pastelería y academia.
Las secuelas físicas de los abusos fueron graves: seis cirugías abdominales, dolor crónico, y un daño en la columna vertebral confirmado tras una operación en Argentina, financiada con la ayuda de personas que creyeron en ella. Hoy continúa bajo tratamiento médico. Los responsables de su sufrimiento ya fueron denunciados, aunque aún no enfrentaron la justicia.
Dayanna decidió hacer pública su historia para romper el silencio, proteger a otras niñas y demostrar que sí se puede salir adelante. Su emprendimiento es más que un negocio: es una forma de sanar y también de enseñar a otras mujeres que la cocina puede ser un espacio de libertad, creatividad y reconstrucción.
“La cocina es mi refugio. Cuando cocino, no pienso en nada. Me siento libre”, afirma. Inspirada por su padre, quien soñaba con abrir un local gastronómico, Dayanna convirtió ese deseo en realidad. En 2024, formó una sociedad con tres personas y abrió su centro de producción en Mariano Roque Alonso. Hoy distribuye productos a cafeterías, restaurantes y revendedores de todo el país.
Su historia no es solo la de una emprendedora que venció la adversidad. Es la de una mujer que eligió no ser definida por el abuso, sino por su capacidad de crear, resistir y compartir. Con cada pastel que hornea, Dayanna Rodríguez también hornea esperanza.